El oscuro borde de la luz III

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Los amores ridículos

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Los amores ridículos

              Ella decía que me perdonaba que no supiera la primera ley de la termodinámica, pero que no tuviera una perspectiva dialéctica e histórica de la relación entre Erklären (explicación) y Verstehen (comprensión), hacía nuestro amor poco menos que imposible. Yo le replicaba que mi amor hacia ella era hipotético deductivo y que ella, sin embargo, empleaba con migo una suerte de inductivismo vulgar para concluir la imposibilidad de nuestro amor, a partir de la evidencia de algunas lagunas en mis conocimiento científicos. Entonces yo recurría a la artimaña de intentar deslumbrarla en los campos de la ciencia más diversos, a ver si aflojaba: le hablé durante dos meses de la teoría del juego; otros dos meses estuve enredado con el teorema de Pierre Fermat, para que viese que no tenía prejuicios historicistas; cinco semana con el teorema de la incompletitud de Gödel; un mes entero con las paradojas autorreferenciales, sobre todo con la del barbero, de Russell; tres meses y medio con la teoría fractal, la teoría de la complejidad de Morin, la teoría del caos y ya no me acuerdo del tiempo que estuve haciéndole una exhibición pirotécnica de algoritmos voraces… Pues no se rindió. Nada, ella seguí aferrada a la ciencia del siglo XIX. Así que un día la llamé por teléfono y le dije: mira, ¿para qué nos vamos a estar engañando?, lo nuestro no tiene remedio, ni con métodos deductivos, ni con métodos inductivos.

Juan Yanes

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Written by Juan Yanes

9 de enero de 2014 a 19:24

Publicado en Sin categoría

2 respuestas

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  1. Pasé a saludar!
    Un gusto visitar tu espacio.
    Un abrazo,
    Yeli

    Yeli

    10 de enero de 2014 at 1:04


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